Las palabras me asfixian,
me persiguen constantes,
silenciosas,
sagaces,
me observan con ojos inquietantes,
como esperando de mí
lo que no puedo darles;
usan mis manos, mi mente,
parasitando mi ser,
mi hoy, mi todo, mi siempre,
mi cada vez que escribo,
mi cada vez que lloro,
mi cada espacio mío.
Son tan negras,
insomnes,
vampirezcas,
tan dueñas de mí
y yo, tan dueño de ellas,
las busco cuando me pierden,
las pierdo cuando me buscan,
nos reímos juntos, jugamos,
nos divertimos.
Otras veces nos insultamos
y me lastiman y las lastimo
y las escribo con bronca,
con desencanto,
con desatino,
las ensucio, me escupen,
las opaco, me ignoran,
las mando al carajo,
las borro o las tacho,
a veces las grito alocado,
otras, simplemente, las callo.
Así son las palabras
que vagan dentro de mí,
por todo mi cuerpo,
de pies a cabeza,
del alma al ombligo,
me resulta tedioso,
tal vez, abusivo,
pero no puedo ignorarlas,
las quiero conmigo,
sin ellas soy nada;
las necesito.
JUN
Fotografía de: Jena.